23 de noviembre de 2015

La torre.

Hay pasillos que no tienen nada de especial. No les adorna ningún cuadro, la pintura de la pared es neutral, no llama la atención ni siquiera las redondas y oscuras cámaras de seguridad. Un pasillo puede ser un puente, una conexión, un principio sin fin, un destino o una escapatoria. Lo bueno de este pasillo es el eco, acompasado y llamativo de tus zapatos de tacón, que anuncian tu llegada.

Escuchar el eco al fondo, esperar en el final, no querer voltear hasta que no se note en el aire el perfume que llevas puesto. No es un encuentro casual, ni tampoco un encuentro premeditado. Estamos en un espacio donde todo puede pasar, y nada suceder. Sencillo: estoy esperando para verte pasar, y estás esperando encontrarme ahí, para sentir mi mirada recorrerte, como tanto te gusta. El ruido se acerca, es momento de girar y verte para no admirarte, solamente cruzar las miradas y sonreír levemente -nos observan siempre-, y seguirte, como se sigue a un alma en pena para no dejarla caer en el abismo eterno. Cual caricatura, el perfume me acaricia y me eleva, no hay más dulce manjar que las sensaciones que puedes provocar.

El teclado y mecanismo complicado de los elevadores modernos: se acabó el simple hecho de presionar un botón para abrir las puertas; ahora, con anticipación se debe de marcar el piso al que se va, previa lectura digital de un pase que te da autorización para ir a ese piso. La espera de segundos se convierte casi en minutos, en proporción de las horas del día a los pisos que tiene la torre. No debes ni siquiera preguntar a qué piso vamos, no tienes ni qué voltear para saber que voy a subir contigo, detrás de tí, esperando lo inminente, deseando lo insaciable.

Falda corta, medias, tacones, blusa blanca, escotada. Aretes, un collar sencillo, perfume, lentes. Combinaciones conocidas, altamente fatales, muy familiares, dispuestas a todo. Traje sencillo, corbata sobria. No son necesarios los accesorios, basta con la idea de lo que va a suceder. Abre el elevador, entramos, se cierran las puertas. "Aquí es cuando volteas", logro a pensar, y como si esucharas mis pensamientos, diriges tu mirada y el sentido de tu cuerpo hacia mí. No es necesario decir nada, los ojos ya expresaron los deseos. "Aquí es cuando me besas", dices tú, en voz alta. Resulta ser que el juego de mi mente es el juego de tu boca. La cercanía ha llegado, es momento de la explosión.

No hace falta decir nada, el cuerpo ya sabe qué hacer. Tomar tu cadera al besarte, acariciar mi nuca, pasar un brazo por mi cintura. Sentir tu trasero, pegarte a mi dureza. Abres tu compás, aprovecho el espacio. El roce es intenso, las lenguas se encuentran, la respiración se agita y el elevador todavía no sube. Sabes que tenemos unos segundos solamente, sabes que tu vestimenta da permiso de poco -pero muy valioso-, así que tenemos que aprovechar el tiempo y dejar atrás todo lo que nos ha limitado hasta el día de hoy.

Ojos cerrados, manos debajo de la falda. Hacer a un lado la diminuta prenda, sentir la humedad. Tu mano en mi bolsillo, no porque estés buscando las llaves. Jadeos en mi oreja, música para mis oídos. Velocidad en mi movimiento, tus piernas que flaquean. Se abren tus ojos, se encuentran en los míos, ambos brillan, ambos gritan de deseo. Vamos a la mitad del recorrido. Beso profundo, tu espalda sobre mi pecho, profundidad en mis dedos, tu trasero moviéndose para acomodarse en mí. La altura y la velocidad del elevador. Hace calor, pero no podemos despegarnos, es un frenesí de 20 segundos.

El destino por fin. Todas las prendas en su lugar, retoque del labial, desempañar los lentes. Todo en orden, el calor del elevador. Una esencia en los dedos.

Esto no termina aquí.

De alguna manera.

De alguna manera, quiero apelar a tu conocimiento. De cierto modo, quiero que leas y sepas lo que quiero. Con ciertos recursos, he utilizado todo lo que está a mi alcance para que te puedas dar cuenta de qué es lo que ofrezco. Quizá te has dado cuenta de todo lo que grito sin querer ser escuchado. Por algún motivo, sigo recorriendo este camino. Por tus razones, sigo navegando sin tí. Por cuestiones ajenas a mí, no te arriesgas a estar conmigo. De alguna manera, quiero que sepas lo que yo quiero.

Quiero volver a ser lo que era, o por lo menos saber que lo sigo siendo.
Quiero un día lluvioso, una copa de whisky y escuchar a The Cure.
Quiero ser igual de cool que Frank Sinatra.
Quiero ser más importante que lo más importante para tí.
Quiero ser bien así.
Quiero un cigarro. Quiero dejar de fumar. Quiero que me dejes fumar. Quiero que me ayudes a no fumar.
Quiero ser un riesgo que valga la pena tomar.
Quiero ser la última rebanada de pizza. Ya no quiero ser la última rebanada de pizza, quiero ser la rebanada que no te dio miedo tomar.
Quiero cambiar el sol por nubes, y la luna por sueños. Quiero que el frío te acerque y que el calor te acerque más.
Quiero que dejes de tenerme miedo.
Quiero que me quieras.
Quiero ser más valiente y más loco. Quiero ser normal y quiero seguir siendo único. 
Quiero ser un buen tipo, quiero ser un gran hombre.
Quiero que me trates como lo que soy. Quiero que me quieras como me ves. 
Quiero que dejes de buscar razones por las cuales no va a funcionar y empieces a creer en las razones por las que sí.
Quiero lo que no quiero, quiero que lo que quiero me quiera, quiero que me quiera quien yo quiero.
Quiero que sonrías cada que veas una coca cola light de lata.
Quiero ser tu terroncito de azúcar.
Quiero ir solo contigo y en secreto.
Quiero ser lo que no quieres hacer. Quiero que quieras hacerlo.
Quiero ser un sonoro "pues, chingue a su madre". 
Quiero que solo tú me llames así. Quiero que nadie sepa que me llamas así. Quiero solo yo ser así.
Quiero ser indiferente, quiero ser presente, futuro. Quiero no preocuparme por dejar de creer.
Quiero creer, quiero dejar de creer, quiero empezar a construir.
Quiero esas madrugadas, quiero esa voz, quiero ese interés.
Quiero ir al super bowl. Quiero que vayas conmigo al super bowl.
Quiero dejar intactas las cosas que son de nosotros.
Quiero canciones nuevas.
Quiero aprender a tocar el piano.
Quiero todo. No quiero no querer nada. Quiero siempre querer algo más.

Te quiero, te quiero a tí. Me quiero más a mí, tengo todo lo que quiero, menos a la que quiero.