27 de marzo de 2008

Memorias de un Soñador

A petición de Jorge, digitalizaré este pequeño cuentito, el primero que escribí. Notarán la evolución en mi escritura. Disfruten.

Día 1:

Hoy no pude evitarlo, te tuve enfrente y no pude esconder lo que emana cada célula de mi ser, hoy, hoy tuve que amarte.
Hoy te amé como nunca, pensé que tú eras la razón para seguir, creí que tú eras lo que mi corazón anhelaba; quise creer que no había cielo ni infierno, que el premio más grande era tu presencia y que una caricia tuya era lo que tanto deseaba, que un beso podía significar más que mil palabras, que el dolor ya no existía y se desvanecía como un mal recuerdo.
Pero la realidad es otra. Hoy, no tengo nada qué decir pero mi boca está abierta, el dolor es cada vez más real; hoy, el infierno se manifiesta en mis ojos; hoy, una lágrima nacida en el nido de mis ojos resbaló destellante y humedeció mi corazón anhelante. Hoy sentí como mi sonrisa se transformaba en amargura, como todo mi odio crecía cada vez más, vi cómo mi corazón se desgarraba y caía hecho trizas... hoy mataste una ilusión.
Heme aquí, escribiendo todo lo que me causaste, pero caigo en cuenta que todo es tragedia, que al sol le cuesta mucho salir, que mi día es totalmente gris y no para de llover, y sólo levanto la vista para ver que te vas, y junto contigo se va mi mente.

Día 2:

Este dolor es real, las heridas no parecen sanar, hay muchas cosas que ni el tiempo borrará...
Me puse el abrigo, tomé la navaja y salí dispuesto a matar. Mi primera víctima fueron mis ilusiones, que se desplomaron a la primera embestida; la siguiente víctima fue tu recuerdo, pero ese opone resistencia, y parece no tener fin, se asemeja a las cicatrices que no se borran.
Mi mente regresó, pero la dejé ir de nuevo, pues ella todavía no debe morir.
Mis gritos silenciosos son escuchados por los sordos, y hasta los mudos cantan mi dolor, los ciegos me ven con lástima y desprecio, los inválidos corren al verme llegar.
Los sueños que alguna vez perseguí ya huyeron de mi alcance, y sólo se escucha el eco de sus risas...
Dejo el asesinato por un tiempo y vuelvo a recordar.

Día 3:

La herida no deja de sangrar.
Rostros fugaces me quieren arreglar, pero yo los alejo alegando que no estoy roto, siendo que todo mi ser está esparcido por el suelo.
Volví a salir, y la víctima que cayó ante mi embestida creí que era el motivo de mi dolor, tenía sus ojos, su cabello, y hasta esa sonrisa irónica que me parte el corazón, toma lo que queda y lo pulveriza. Pero al ver el cadáver, al mirar sus ojos, me di cuenta de que la reflejaba, con su diestra ensangrentada y un semblante de satisfacción. Bajé la vista y ví mi navaja clavada en mi pecho, llena de sangre y olvido, fue cuando desperté y me di cuenta de que para matar tu recuerdo tengo que morir yo con él, pues no puedes matar algo que morirá contigo.

Día 4:

Mi sombra ha hablado con mi alma; me pregunto si seguirá viva. Lo único que alcancé a oír de su infame plática fue: "me ha condenado al silencio".
¿Cómo he de explicar lo inexplicable, sin arrojarme a un pozo donde me entierro solo?, ¿por qué uso como anillo el miedo a vivir?, ¿por qué me he rehusado a sonreír?, ¿por qué he de vivir en el "no pasa nada" siendo que todo va mal?, ¿por qué jugué sabiendo que iba a perder?, sencillamente, ¿por qué sigo vivo?

Día 5:

Mi odio se manifestó con todo su esplendor...
La sangre ha dejado de manar, pero no porque la herida haya sanado, sino porque mi cuerpo está seco, ya no hay nada en mí.
Quise gritar, quise llorar, y la tierra sucumbió ante mi desgracia... le tuve miedo a la victoria siendo que nunca la he saboreado, aposté todo a tu favor y me perdí.
Quisiera estar en mi lecho de muerte, rezando como pagano a cualquier dios o ángel, rogando que me lleven a ese lugar donde no hay penas, no hay dolor, donde no existas tú.
Quise ser comprendido, y lo que recibí fue lástima; quise ser apreciado, y todos y todo me desprecian. Todavía siento la punzante herida del puñal que has clavado en mí, y aún no me siento morir.

Día 6:

Heme aquí de nuevo, y por última vez, pues he dejado a mi mente divagar y siento que ya no regresará.
Salgo de mi prisión y elevo mi vista hacia la gran bóveda celeste, y observo que aunque ha parado de llover, el cielo sigue gris.
Camino y me doy cuenta de que a cada paso, mi sombra se burla de mí, todo lo que me rodea me señala y suelta sonoras carcajadas.
Llegué a lugar de sombras, y ahí encontré mi mente, tan ávida y pasiva. Le ordeno que regrese.
- Cometiste un error al dejarme volar, pero fue más grande el haberla dejado entrar a ella.

Día 7:

Las palabras de mi mente siguen resonando duramente en mi interior, y sigo sin comprender cómo pude pensar que podía estar contigo.
Mi mente aún no regresa.
Me miro al espejo, y la imagen me grita, me repudia, me odia, me injuria, me mata y me hiere de mil maneras al igual que el dolor que sigue taladrando lo que queda de mi corazón. Por un momento las injurias se detienen, y algo brilla mientras se resbala por mi mejilla, tiñiendo de dolor mi pulsante olvido, y, en ella, veo todas mis ilusiones, destellando las aspiraciones que alguna vez tuvo mi corazón, el cual se seca por completo y se desmorona, al rodar de esta mítica lágrima.

Al fin, muero, y olvido.

25 de marzo de 2008

Hoy Tuve Sexo

Si más no recuerdo, este texto lo escribí para la clase de Ética, Identidad y Profesión. Se pidió que retratáramos una situación en la cual entrara la ética o moral de cada quien. Según yo, si está claro. Espero lo disfruten.

- Hoy tuve sexo.

Ataqué con esta pregunta la mirada que dirigían mis padres al pedirles un poco de su atención. Tomé la decisión de decirlo después de darle vueltas y vueltas en mi cabeza. Dejé de jugar con mi comida y por fin ataqué el frente que me acechaba.

- Hoy tuve sexo.

Insistí de nuevo. Nada sucedió. Sólo un momento después mi padre intentaba controlar a mi madre que en ese momento empezaba a sollozar descontroladamente. Intentando en vano calmar a mi convulsiva madre, mi padre se acercó a mí y me propinó tremendo bofetón que casi me hace terminar en la pared del otro lado.

- ¡¿Cómo te atreves a tratar ese tema en la mesa?! – estas palabras salieron de la boca de mi padre más como un volcán en erupción que como lo que realmente era: un reclamo. Simplemente no puedo creer que mi propia hija haya sucumbido ante los placeres de la carne. ¡Piénsalo!: nosotros que te hemos dado la mejor educación cristiana, las mejores escuelas, una vida digna, ¿puedes vivir como una mujerzuela y tirar por la borda todo lo que tu madre y yo hemos tratado de enseñarte?
- Eres una cualquiera – oí que sollozó por fin mi madre. No mereces llamarte señorita, estás probando cosas que no te corresponden. No creas a esa juventud que dice que el sexo no tiene nada de malo, pues ese no es un placer, es sólo la manera que dios nos dio para que sigamos viviendo. No puedo creer que alguien que salió de mis entrañas tire los principios que tan encarnizadamente he intentado de conservar en ella. Mi hija, mi niña, presa de los placeres mundanos.

No pude resistir ni un momento más los embates de mis padres. Opté por abandonar la escena y me dirigí a casa de mi mejor amiga.

Mientras recorría las calles que me separaban de mi amiga iba pensando: ¿será verdad lo que mis padres han dicho?, ¿he traicionado mis principios?, ¿no soy lo que soy? ¿soy alguien que no debo ser?. Todas estas preguntas invadían mi cabeza, la asaltaban y no la dejaban ni un solo momento tranquila.

Por fin llegué a mi destino, saludé como de costumbre a sus padres y subí a su recamara.

Nos saludamos como siempre, y afirmé antes de que pudiera decir nada:

- Hoy tuve sexo.

Ella sólo se quedó mirándome incrédula. No podía creer lo que acababa de decirle, eso que volvió locos a mis papás y que, al parecer, no tendría una reacción favorable en mi compañera de andadas.

- No lo puedo creer, ¿tú?, ¿la puritanita niña de los cristianos más arraigados del pueblo? – articulaba estas preguntas como si estuviera ante un espíritu, con la voz temblorosa, presa de emoción. ¿Te gustó? Cuéntame, ¿con quién lo hiciste?, ¿cómo fue?, ¿de verdad duele?.

Me atacó con un sin fin de preguntas, sin siquiera preguntar el como me siento ante la decisión que tomé, en qué quedó mi libertad, en qué queda el libre albedrío que se supone que el ser supremo nos otorgó. El haber vivido mi libertad por una sola vez. Todo eso que tuve que pasar para tomar la decisión de hacer uso de mi libertad y de todo eso que la naturaleza me ha dado. Todo eso que ha sido despertado junto con mi crecer biológico. El placer que tanto vi prohibido.

Al no tener respuesta alguna con mi amiga y no dispuesta a responder preguntas de una adolescente morbosa que en vez de ayudar quiere aumentar su curiosidad y calmar su hambre de morbo, doy media vuelta y regreso a mi casa, presa de una confusión enorme. Regreso, sigo pensando y doy vueltas en mi cabeza al asunto. Busco una respuesta, una respuesta a lo que acabo de hacer, no sé por qué no encuentro la respuesta, sólo pido eso: ¡una simple respuesta!

Llego a mi casa, ni siquiera veo a mis padres, subo intrépidamente a mi recámara, a mi santuario personal y sagrado. Me veo al espejo, mi rostro refleja mi duda, en mis ojos se puede ver todo lo que dentro de mí está pasando.

- Hoy tuve sexo – me confesé a mí misma.

Tuve mi respuesta, recordé la costumbre de recopilar frases y anotarlas en la pared de mi cuarto a manera de recuerdos. Volteé y una frase saltó a mis ojos a manera de la respuesta que tanto anhelaba:

Lo humano no avergüenza.

24 de marzo de 2008

Remembranza

De la sombra del espacio que se crea entre el olvido y el no me acuerdo, es de donde surge la figura de un hombre. En su caminar se ven reflejadas todas las situaciones que ha tenido que pasar para poder llegar hasta aquí: su caminar lerdo sugiere que ha envejecido, que ya es una persona que tuvo que pasar por un proceso de maduración un tanto doloroso; camina erguido, altivo, dejando por un lado la soberbia, su caminar tan alto es por el orgullo que se refleja. Su rostro, cruzado por algunas cicatrices, está coronado por una maraña de cabello largo, motivo por el cual, sus facciones quedan un poco difuminadas, pero aún así se puede ver que en sus ojos, negros como la noche, se reflejan todas sus vivencias: brillan, echan chispas de furor, esperando llegar a su tan deseado destino.

Detrás de el, las sombras parecen desaparecer. Algunos dirían que los fantasmas de su pasado por fin dejan de asediarlo. Sigue caminando, la claridad parece más latente, su paso firme se oye en la acera. Aún no hay nadie quien lo vea, nadie que lo espera, aún así murmura su nombre, con una voz tan baja que solamente el corazón podría escuchar. Prosigue su camino, silenciosamente, solamente acompañado por el compás unísono de sus pasos. Las imágenes detrás de él parecen mas claras: todo el negro que dejó el amor mal logrado se va enjuagando lentamente, dejando entrar una luz que, aunque tenue, ilumina su camino. Todos esos recuerdos que tanto mal le hacían, se quedan en el lugar de donde viene, donde tuvo que acudir para poder limpiarse.

Llega a su destino, le espera una mujer. Responde al susurro que viene repitiendo. Le rodea el cuello con sus brazos, se funden en un abrazo, en el cual ella entiende sus razones, y el comprende la espera por la que ha tenido que pasar. Finalmente, todas las pruebas, todas los sinsabores se van disipando ante esta, su tan esperada dulzura. No se dicen nada, solamente se dedican a sentir nuevamente su proximidad. Los corazones son los que se hablan.

Por fin entendió que tuvo que abandonar todo, dejar lo que le detenía de reencontrarse a sí mismo, para poder luchar por lo que quiere. Finalmente lo tiene. Cierran su entendimiento, con un te quiero, al unísono.

6 de marzo de 2008

Asumiendo

La noche se ha hecho larga y eterna, el aire frío no para de manar por la calle, entrando furtivamente por mi ventana y revolviendo las cenizas que quedan de mi último cigarrillo. Repaso una y otra vez las líneas que acabo de encontrar en ese pequeño instrumento que yo suelo llamar mi santuario, unas líneas que esperé durante mucho tiempo, y ahora que las tengo, no sé interpretarlas.

Así como la tierra da vueltas alrededor del sol, la idea de que todo lo que haya hecho tenga una reacción en mi tiene una traslación que me mantiene despierto por las noches, fumando sin cesar, ingiriendo copas imaginarias de alcohol para poder nublar un poco mi mente y dejar de pensarte por unos momentos. Me obsesiona la idea de saberme un poco más cerca de tí, pero esos renglones no ofrecen la explicación que vengo buscando desde hace mucho tiempo.

Nunca he sabido predecirte, y hoy no es la excepción; siempre he querido los motivos que te empujan a actuar como lo haces cuando estás cercade mí, pero una vez más no los conoceré el día de hoy. Con simples dos palabras pudiste derrumbar el poco de calma que me quedaba, con unos cuantos renglones pusiste a mi corazón nuevamente a trabajar.
No niego que me reviviste, pero a la vez de que me volviste a la vida, volviste a abrir la herida.

Lo que hoy me empuja es la vaga ilusión que tenía desde un principio, es lo que me mantiene en el camino, y hasta cierto punto es mi alimento en estos tiempos en los que escasean los sueños. ¿Alejarme?, no lo creo. Vivo esperando el momento en el que pueda estar lo suficientemente cerca de ti como para poder repetirte todo esto, sin tener que sentir vergüenza alguna.

Una y otra vez las leo, aún no te entiendo.