2 de octubre de 2007

La Responsabilidad de la Creación

Avanzando lentamente en el automóvil por la calle, me encuentro al llegar a la esquina que la visión está bloqueada por una camioneta malamente estacionada en la misma. Frustrado ante esta situación, me dispongo a avanzar solamente un poco o lo necesario para alcanzar a ver si otro vehículo se acerca; en otras situaciones me habría pasado solamente con detenerme un poco antes de proseguir mi camino, pero en esta ocasión, no llevo la preferencia. Cuál va siendo mi sorpresa que, al avanzar unos pocos centímetros se aparece ante mí un monstruo verde, que sale rampante y furioso de la boca de la calle, lo suficientemente pegado a mi esquina como para alcanzar a rozarle una de sus extremidades de lado a lado, sí, choqué contra un vocho. A simple vista, la colisión fue provocada por la excesiva cercanía que tenía con los demás vehículos hacia su derecha el conductor de esa monstruosidad hecha de acero y plastilina, pero las leyes humanas de vialidad de nuestra grandiosa metrópoli atribuyen que la responsabilidad del accidente recae en mí.

Muchas veces hemos escuchado que se habla sobre responsabilidades: social, legal, ambiental, por mencionar algunas. ¿Alguna vez se ha detenido a pensar, querido lector, en lo que implica esta palabra? Un diccionario común define responsabilidad como “la imputabilidad o posibilidad de ser considerado sujeto de una deuda u obligación; deber de asumir las consecuencias de nuestros actos”, a título personal, creo que la implicación más cercana que tiene la palabra con un ser humano común y corriente es la última: asumir las consecuencias de nuestros actos.

Consecuencias de nuestros actos, pueden ser variadas, desde el hecho de no quitar la olla a presión en la que tu madre cocina esos deliciosos frijoles que luego te crean pirotecnia estomacal, dejar tu camioneta estacionada en una esquina, o simplemente, no hacer algo, puede implicar una consecuencia. Darse cuenta de las mismas no siempre es tarea simple o son fácilmente identificables: “si no le mandas este correo a 58,000 personas se te va a caer los cabellos uno por uno”, podría ser una consecuencia ya conocida –y demasiado burda- , pero hay consecuencias de las cuales no nos podríamos dar cuenta a primera vista. En contadas ocasiones nos encontramos en situaciones que merecen una respuesta rápida, como decidir dar vuelta a la derecha o a la izquierda en un cruce o entronque carretero, cortar el cable azul o rojo, por mencionar unas, ante las cuales no vemos consecuencias inmediatas o tal vez no son tan claras en el momento. Podría pensarse un tanto en episodios de alguna caricatura, como yo en este momento que recuerdo a mi maestro de modus vivendi televisivo: los Simpson. En un capítulo Homero viaja al pasado, momento en el que se le pide que no altere nada, pues eso cambiaría el futuro. Evidentemente con el desarrollo del capítulo nos damos cuenta de que, efectivamente, el simple hecho de romper una rama o matar un molesto mosquito puede cambiar el curso de la historia. ¿A dónde quiero llegar con esta ejemplificación?, a la responsabilidad finalmente: en ese capítulo a Homero no se le recrimina el haber alterado el futuro causado por alguna acción hecha en el pasado, por lo cual, no recae en él responsabilidad alguna, por lo menos no evidente; claro está que es responsable de que los dinosaurios aún existan o que los monos dominen el planeta, más aún, ni siquiera toma consciencia de las consecuencias de lo que está haciendo, hasta que, por razones que realmente no recuerdo en este momento, empieza a destruirlo todo con una rama.

Después del momento cultural simpsoniano, volvemos al tema en cuestión. Muchas veces el ser humano pierde la noción de la responsabilidad al no tener noción de las consecuencias de sus acciones, es decir, la humanidad –en ciertos casos- está cegada de la responsabilidad que debe de tomar por las consecuencias de sus actos. Esto no necesariamente con respuestas inmediatas, pues el hecho de que yo rasque una pared hoy y dentro de 20 años se caiga esa pared matando a 15 personas debido a la raspadura que yo hice anteriormente no necesariamente me llena de consciencia de responsabilidad por la consecuencia de mi acto, pues quizá no me entere que esa pared fue la que yo rasqué.

Literariamente hablando, el escritor escribe –valga la rebuznancia-, muchas veces por mandato, por gusto, necesidad o enfermedad patológica –como algunos mencionan del Marqués de Sade-, pero escribe, y las consecuencias que puede tener su texto, a mi muy humilde opinión son contadas, solamente cuando se remite a que tenga un impacto inmediato –y evidencia del mismo- en sus receptores. El escritor se hace responsable de su creación en el grado que tenga consciencia de las posibles consecuencias que tenga. Retomando un ejemplo anterior, el marqués de Sade no tomó responsabilidad –por sí mismo- por sus textos, la sociedad fue la que lo hizo asumir la responsabilidad del mismo. El escritor pasó la mayor parte de su vida encerrado en la cárcel, y curiosamente –contrario a lo que muchos piensan- no hizo nada de lo que relatan sus libros, hasta donde rezan los registros de la cárcel de la Bastilla, Donatien de Sade estuvo en dicha cárcel a raíz de que uno de sus sirvientes lo denunció por intento de sodomía. Un poco nos hace pensar en que la responsabilidad de la creación de los textos del marqués no la tomó él, sino la sociedad que años después de ser publicados –y leídos- sus textos, le sigue condenando al grado de que se dice que la palabra sádico proviene de su apellido. Poniendo en claro esto, es mayor o quizá en mismo grado la responsabilidad que centra la sociedad en los creadores de piezas, no solamente literarias, que la que los autores se atribuyen.

Albert Einstein, al colaborar con la creación de la bomba atómica, conoció después de su uso que, efectivamente, había ayudado a crear un medio de asesinato masivo para que la sed de sangre humana se saciara en cantidad y casi instantáneamente. Hago una pregunta, ¿es la creación la que provoca las consecuencias, o es el uso que se le da a esa creación? Si me pusiera en el papel de Einstein, diría que encontré un medio de energía que hoy en día nos vendría bastante bien, pero alguien más que ideó la creación de la bomba atómica, diría que encontró la manera de terminar la Segunda Guerra Mundial. Precisamente esa cuestión es la que ocupará unos renglones, ¿es o se hace? El autor de un texto, quizá tomando un título muy sonado de Dan Brown, supongo que el Código Da Vinci fue escrito en primera instancia como instrumento de su autor para contar una historia que se fue gestando en su cabeza, más después fue usado como bandera y fundamento para hacer críticas a la religión cristiana, sus prácticas y centrado mayormente en la salvaguarda de un secreto mítico y la exposición de ciertas prácticas por parte del Opus Dei, una vez más, la tesis de que la responsabilidad la crea el receptor se cumple. Claro que ante la suposición de que el autor debe tomar responsabilidad sobre las consecuencias de la creación de sus obras, se puede tomar la posición de que el autor conozca claramente lo que puede suceder, y eso sea lo que le detiene de terminar –o tal vez iniciar- sus obras. Asimismo, hay creadores que no se detienen ante las consecuencias, tal es el caso de Michael Moore que, a pesar de que era consciente de las consecuencias que podría traer la realización, finalización o publicación de su documental Fahrenheit 9/11 lo terminó.

Terminando este documento, quisiera puntualizar mi opinión acerca de la responsabilidad de la creación. Sea literaria, musical, artística, científica o de cualquier índole, la responsabilidad de la creación recae en su autor, siempre y cuando este entienda la misma y tome consciencia de ella, más cuando es infundada o quizá creada por el receptor, cualquiera que sea, la responsabilidad no es tanto del que creó el asunto, sino del que le malinterpretó. Precisamente, que recaiga la responsabilidad en el que creó la confusión, la consciencia del autor permanecerá tranquila, pero su ego turbado por lo que han hecho con su obra.

"Mi manera de pensar es el fruto de mis reflexiones; está en relación con mi existencia, con mi organización. No tengo el poder de cambiarla, y aunque lo tuviera, no lo haría. Esta manera de pensar que censuráis es el único consuelo de mi vida; me alivia todas las penas en la cárcel, constituye todos mis placeres en el mundo, y me importa más que la vida. La causa de mi desgracia no es mi manera de pensar, sino la manera de pensar de los otros."

-Donatien Alphonse Francois de Sade.

No hay comentarios: